Había sé una vez un país muy lejano llamado
Senoel donde vivía el príncipe Iosif. Por su cumpleaños su bufón, Tutipatuti,
le llevó un hermoso regalo: una pequeña campana traída de muy lejos.
Era una hermosa campana. Su decoración, exótica,
se refería al día y a la noche. Por un lado toda amarilla con un gran sol y por
el otro lado toda azul con la luna creciente y varias estrellas. Y lo más
maravilloso de esta pequeña y hermosa campana era su tintineo: alegre, fino y
saltarín.
El bufón, que lo sostenía con sumo cuidado
fue a entregársela envuelta en un sedoso pañuelo a su querido príncipe
cuando... ¡pum! resbalándose, se cayó al suelo. ¡Oh, qué horror! La pequeña
campana se había partido en dos. Pero el bufón, tan alegre como siempre, fue
apresuradamente a pegarlo, y en un plis plas volvió a recomponer el precioso
objeto.
Y muy atentos los dos se dispusieron a
escuchar el melodioso tintineo cuando esta vez no se oyó más que un sonido
hueco. ¡Maravilla! ¡Qué descubrimiento más sorprendente! Por una pequeña
"cicatriz" la campaña había dejado de cantar.
Y desde ese momento, en aquel reinado, se
fundó el más gigantesco taller artesanal de campanas de todas las formas,
colores y sobre todo... maravillosos sonidos.
Y colorín colorado, este cuento, se ha
acabado.
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